Recuerdo conversaciones con los grandes sabios de mi familia, mis abuelos, en mi primera etapa escolar. Con tan solo 6 o 7 años de edad, ellos me recalcaban lo importante que era ir a la escuela, me mostraron el valor cultural y social que tenía poder asistir a clase y la suerte que yo tenía de poder vivirlo. Recuerdo como me explicaban la imposibilidad que tuvieron a la hora de continuar sus estudios y algo sobre sus vivencias como padre de niños que sabían leer y escribir (esto apenas lo recuerdo, era muy pequeño para darle valor).

Hoy, como muchos de nosotros, siento esa nostalgia de no haber escuchado con más detenimiento esas vivencias de mis abuelos como padres, pero puedo imaginar que como mis padres y yo, se sintieron en algún momento sin saber que hacer. En esos momentos vuelvo a sentir lo importante que es ir a la escuela, que vaya mi hija y que yo pueda seguir yendo, y en mi caso por partida doble, padre y maestro de nuestra escuela.

Las reuniones de escuela me vuelven a poner en valor todo lo que en el trascurso de mi vida, a modo de estudiante y de educador, he considerado sobre el importante lugar social que ocupa un centro escolar.

El pasado viernes tuvimos la suerte de compartir como adultos la atención al entorno de nuestros hijos y la sensibilidad que tienen a este. Para ello hablamos sobre la importancia que da nuestra pedagogía al cuidado de los sentidos y profundizamos un poco sobre la teoría de los sentidos de Rudolf Steiner. Como comunidad compartimos nuestros conocimientos y nuestras dudas y en algún momentos experimentamos sobre lo que hablábamos.

Obviamente no puedo resumir aquí todo lo que supone una vivencia de este tipo pero sí quisiera compartir la visión que como responsables de la educación de nuestro alumnado e hijos, consideramos necesaria tener para estar presentes en dicha labor educativa:

Consideramos que tiene la misma importancia el sentimiento de bienestar que la visión de un color, la percepción de sus movimientos o la de un sonido, la sensación de estar en equilibrio y la de oler algo muy dulce. Y sobre ello basamos la actividad escolar.

Es importante saber que el niño es un ser sensitivo que se relaciona con el entorno desde una vivencia individual y que si no cuidamos a su ser, y no le proporcionamos un estado de salud interior, él no podrá relacionarse armónicamente con su entorno. Para ello es básico estar consciente en la alimentación que les proporcionamos, el ritmo de vida que llevamos como adultos y como nuestros hijos nos acompañan, el descanso que les brindamos o el espacio que le damos a su movimiento.

Rudolf Steiner nos ofrecía en sus conferencias de 1909 una visión ampliada sobre los órganos a través de los cuales tomamos conocimiento sobre el mundo físico-sensorio. Y comenzaba enumerándolos desde lo más individual hacía lo más social. Así aconsejamos como educadores que miremos el entorno de nuestros hijos e hijas y de ese modo siempre tendremos un espacio que atender que solo dependa de nuestra labor como padres, dejando a un lado las frustraciones que pudieran darse cuando pensamos que no podemos hacer nada para cambiar el entorno de nuestro hijo o cuando iniciamos una cruzada para cambiar comportamientos sociales en el espacio que vivimos.

En nuestra pasada reunión de escuela pudimos hablar sobre el hambre, la sed, el cansancio, el sentido de orientación y la percepción de donde estoy yo y donde están los demás, hasta del sentimiento al levantar un brazo. Algo difícil de imaginar fuera del maravilloso entorno que nos proporciona una reunión de escuela.

Autor: José Luis García Rosa. Maestro de la Tercera Clase de Primaria y Director Administrativo de la Escuela Internacional Waldorf Sevilla Girasol.

BIBLIOGRAFÍA

Steiner, R. (2005). Psicosofía. Psicología del cuerpo, alma y espíritu. Buenos Aires: Editorial Antroposófica.

Aeppli, W. (2011). La teoría de los sentidos de Steiner aplicada a la educación. Barcelona: Editorial Pau de Damasc

Steiner, R. (2014) Los doce sentidos del hombre. Madrid: Editorial Rudolf Steiner.

Chuwarosky, T. (2018). Los 12 sentidos, según Rudolf Steiner. Recuperado de www.tamarachubarovsky.com

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